JACOBO D. GODÍNEZ - Homenajes

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EL COLMO DE UN NEURÓTICO
   
Para David Roas,
por ser padre y madre a un tiempo 

   


   Cuando despertó, el cadáver seguía allí, el ascensor atascado y, a su lado, doña Patrocinio, en bata y con rulos, repitiéndole una y otra vez que era clavaíto a [Woody Allen].





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EUFEMISMOS
   
Para Edu Martínez,
por saber callar, 
teniendo tanto que decir 

   

   –No me va a convencer, Tamudo. Ese eufemismo con el que usted propone designar al acto fisiológico de la defecación es cacofónico, impreciso y nada original.
   –Vamos, una mierda, ¿no?

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¡QUÉ ME ESTÁ CONTANDO!
   
Para Javier Alonso,
por no tener letra de médico

  

  «Se trata de un trastorno autosómico recesivo de la hematopoyesis», me ha explicado el doctor. 
    Yo, lógicamente, he preferido no seguir preguntando.


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CABEZA DE TURCO
   
Para Juan Pedro Reverte,
por no blasonar de rigor histórico 



   Cuando el arcabucero del Tercio de Flandes se plantó en el taller para culparle por no haber acertado ni una sola vez en toda la contienda, el maestro armero le escuchó atentamente sin decir ni mu. Luego, con ese chisporroteo en los ojos que conocíamos de sobra, inclinó la cabeza un tanto y le dedicó al airado soldado una de sus célebres sonrisas.
   En ese momento, al ver cómo se dibujaban en su boca las líneas de su famosa sonrisa, los más veteranos del taller intercambiamos una de esas miradas que dicen mucho más que cualquier combinación de palabras.
   En nuestras cabezas bullía la misma pregunta: 
  ¿A quién le tocaría cargar con el mochuelo en esta ocasión?



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LA VENA DEL ESTOICO
   
Para María Patiño, 
por estar siempre en vena 

   

  Si no fuera porque dice ser un [estoico] diría que se le está hinchando la vena mientras expone su doctrina.

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LA MUERTE DEL LIBRERO INCULTO
   
Para Care Santos, 
con orgullo  

   

   No lo maté porque hablase mal de mi amigo Juan Álvarez; ni por eso ni porque en vez de comer, rumiase. Tampoco lo hice porque no se me ocurriese otra cosa mejor que hacer. Ni porque me dieran veinte pesos por hacerlo o porque por su culpa no pudiese llevar a Irene a Alicante. No lo maté porque me echara un trozo de hielo por la espalda, ni porque no pensase como yo o porque me levantase dolor de cabeza escuchar su interminable cháchara. Y, para que quede claro de una vez por todas y para siempre, el motivo para poner fin a su vida tampoco fue que quisiese ocupar mi puesto en la Academia. Simplemente le pregunté si tenía algún libro de [Max Aub] y él puso cara de no haber oído ese nombre en su vida.


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RESIGNACIÓN DEL AFORISTA
   
Para Jesús Alonso,
por no resignarse

   

   Todo [aforista sin renta] sueña con exponer sus filigranas filosóficas en el Museo Nacional del Aforismo. 
   En la práctica se conforma con verlas impresas en un calendario de los que regalan en los bancos y que, a cambio, le den unas letras del Tesoro, unos bonos del Estado o una sopa de letras con trocitos de jamón.

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CASI VERÍDICO
   
Para Fernando Gómez Lamadrid,
por ser casi objetivo 

   

   En la pasada feria del libro de M., [Juan José Millás] estuvo a punto de firmarme la siguiente dedicatoria: 
   
Hay un mundo paralelo que, pese a serlo, se cruza a diario con el nuestro. En ese mundo paralelo, todos los escritores usan las lentes de [Cortázar] y a los lectores, cuando acuden al oculista, les obligan a leer entre líneas.



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PROPOSICIÓN DE ENMIENDA
   
Para  mi padre, 
por no haberme obligado a cambiar  

   

   Existen ciertas palabras en la pluma del escritor, [esplín], [desencanto], [ennui], [animadversión], que el mero hecho de escribirlas, te provoca cierta amargura en el carácter que no es fácil de extirpar. 
   Intentaré, a partir de ahora, emplearlas sólo cuando sea necesario. 
   No hay cosa peor para un escritor que dejar que el carácter se te amargue, sin que haya necesidad.

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DORMILÓN
   
Para Augusto Monterroso, 
descanse en paz  

   
   Cuando desperté, él seguía durmiendo.


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